Ayer me levanté con la triste noticia de la muerte de este gran arquitecto. Afortunadamente el mundo ha podido disfrutar de su genialidad durante 104 años, pero nunca es suficiente cuando hablamos de personajes únicos como él.
Siempre se le ha considerado un arquitecto de izquierdas, si eso en realidad quiere decir algo. Yo más bien lo definiría como un arquitecto social, centrado en el servicio a la sociedad, más que en el servicio a él mismo, sus proyectos se centraban en las personas, en ser útiles, y no en pasar a la posteridad.
Esto, que tanto nos sorprende, debería ser lo normal, pero desgraciadamente no es así. Dentro de este pequeño ecosistema, que formamos todos los que nos dedicamos a la construcción, personajes como él, deberían inspirarnos a todos. Este pequeño "mundo del ladrillo" está formado por muchos profesionales con titulaciones y formación muy variadas, entre los que se encuentran los Arquitectos (con sus diferentes apellidos), y los Ingenieros de Caminos, de Obras Públicas, y Civiles. Los que trabajan con clientes privados, normalmente tienen las cosas muy claras, pero aquellos cuyo cliente suele ser del ámbito público suelen olvidar con demasiada frecuencia quien paga los proyectos y a quien sirven realmente.
Sí, los ciudadanos con sus impuestos, y no los políticos ni los técnicos de la administración, son lo que pagan las "obras públicas", y a ellos nos debemos. Esto lo hemos olvidado con demasiada frecuencia, y ahora estamos en parte pagando por ello. Hemos vivido de espaldas a la sociedad y ahora recibimos su indiferencia.
Por esto, siempre he pensado que el título de Ingeniero de Caminos tenía un nombre muy espectacular pero que no reflejaba demasiado el carácter de la profesión, mucho más bonito me ha parecido siempre el de Ingeniero Técnico de Obras Públicas y sobre todo el de Ingeniero Civil de otros países.
Y toda esta divagación no tiene nada que ver en absoluto con la reciente polémica sobre la homologación del título de Ingeniero de Caminos, pero como decía hace un par de semanas, he decidido ser totalmente sincero y liberarme de ataduras. Así que ahí va: ME IMPORTA UNA MIERDA si mi título lo convalidan con un grado, grado+master, de ingeniería civil, de chapa y pintura o de fontanería, no creo que ese sea el verdadero problema. Creo que todo esto nos lo tenemos bien merecido, y por lo que veo, no hemos aprendido nada. Seguimos con lo mismo de siempre
Suerte a todos lo que están en esa lucha, pero ya no es la mía. Por cierto, estoy convencido que Óscar Niemeyer hubiese sido un gran arquitecto, con o sin título.
@El Ingeniero del Futuro.
Saludos.
El mundo de la ingeniería está viciado y corrompido por los propios ingenieros y por los que están por encima de ellos. Al menos eso me dice mi experiencia.
ResponderEliminarLos que me conocen saben que siempre critico mucho a los arquitectos, pero también saben que Niemeyer era la excepción a esa norma.