Esta tarde, he estado corriendo un rato, algo poco original, a juzgar por el tráfico de individuos sudorosos que me he cruzado. Como he sido un poco optimista me he alejado bastante de casa, y a la vuelta he pasado por delante de la Universidad Politécnica de Valencia. Es impresionante, porque el número de edificios ha crecido en los últimos años de forma proporcional al número de titulados en paro. Vaya contradicción.
La verdad, será porque ya me hago mayor, pero siento nostalgia de aquella universidad que conocí en los primeros años de la década de los noventa, con grandes espacios verdes, un poco aislada del resto de la ciudad, habitada por personajes en permanente estado de ansiedad. Ahora se ha convertido en algo parecido a una ciudad dormitorio. Y encima, al otro lado de la calle, la competencia (sí, la universidad de Valencia, para los que no lo sepan) ha plantado su colmena particular, con lo que el efecto se magnifica todavía más.
Y es que entonces, la Universidad de Valencia nos parecía algo místico, habitada por chicas con minifalda que se maquillaban para ir a clase, y encima, tenían la mala costumbre de aprobar los exámenes sin tener que vender su alma al diablo. Al final, será justicia divina o algo por el estilo, pero la inexplicable superioridad con la que algunos se referían a las carreras "de letras" todavía tiene hoy menos sentido, cuando el mercado laboral con su implacable dictadura, está dando un "baño de realidad" a los sufridos poseedores de titulaciones técnicas.
Pero volviendo al tema de la Universidad Politécnica de Valencia, no debemos olvidar que durante muchos años, a modo de inmobiliaria improvisada, se ha dedicado a dilapidar los ingresos obtenidos, en construir un edificio tras otro, a cada cual más espectacular, mientras que los recursos educativos, laboratorios y personal docente, se quedaban anclados en el pasado. Mi sensación es que se han desperdiciado muchos recursos. Esta universidad fue durante una época, una referencia importante en lo que a carreras técnicas se refiere, y desgraciadamente, entre luchas intestinas, egoísmos profesionales y disputas entre escuelas, se ha convertido en un "fábrica" de titulaciones, colaborando de forma activa, a lo que Ken Robinson denomina "inflación de títulos".
De todas maneras, no me hagáis demasiado caso, seguramente es la nostalgia del que entra de lleno en los cuarenta años.
@El Ingeniero del Futuro.
Saludos.